Gonzalo Ruiz Tovar es un periodista colombiano con más de veinte años de residencia en el Perú. En el siguiente artículo para LaMula.pe explica las dificultades de las negociaciones de paz entre el gobierno de Juan Manuel Santos y las FARC.

Dos hombres y una mujer navegando en un yate de lujo por algún paradisiaco paraje del Caribe. La foto colgada en Twitter esta semana por el ex presidente colombiano Álvaro Uribe podría ser la recreación de la buena vida reservada para las élites económicas latinoamericanas. Pero los tres pasajeros son en realidad guerrilleros. La revolución en una extraña versión light de Siglo XXI. 

Luciano Marín (“Iván Márquez”), uno de los tres de la foto, es el jefe de la delegación de las FARC que negocia en Cuba con el gobierno colombiano un acuerdo que le ponga fin a cinco décadas de violencia fratricida. Lo acompañan en el paseo Laura Villa y Seusis Pausivas, otros dos delegados del grupo subversivo más antiguo de América. En un país donde la animadversión hacia las FARC es enorme, la imagen causó impacto. Justo el impacto que buscaba Uribe, un acérrimo enemigo de los diálogos que impulsa el presidente Juan Manuel Santos, su otrora aliado.

“Estamos en una isla, con playa y sol. Y los guerrilleros vienen trabajando hasta altas horas de la madrugada en el proceso. Ellos tienen derecho al descanso", justificó otro de los negociadores, Rodrigo Granda (“Ricardo Téllez”). Pero en el imaginario popular, ya se había reforzado la visión que se tiene de unos subversivos que manejan sumas millonarias de dinero y que en varias ocasiones han demostrado pasión por el lujo.

“No hay derecho a que mientras el terrorismo y las FARC siguen asesinando policías y extorsionando turistas sus cabecillas estén en un yate fumando tabaco. Es inaceptable para Colombia. Eso causa dolor", dijo Óscar Iván Zuluaga, candidato presidencial de Uribe Centro Democrático, el partido de derecha radical que lidera Uribe.

Las conversaciones de paz emprendidas por Santos, enésimas que se intentan con las FARC, se perfilan como el epicentro de una campaña presidencial en las que se descuenta que el mandatario buscará la reelección. Y el uribismo ya encontró en ellas un gran talón de Aquiles para el jefe de Estado, que deberá hilar muy fino para que la situación no se le escape de control.

Hoy, martes, el gobierno y la guerrilla, a través de sus equipos negociadores, decidieron en La Habana prorrogar sin fecha límite el actual ciclo de conversaciones, centrado en lo que será la participación política legal de los subversivos. No es un punto fácil. El proceso de paz en la década de 1980 abortó cuando los militantes de la Unión Patriótica, el partido en el que se estaban incorporando los guerrilleros desmovilizados, fue víctima de una campaña de exterminio lanzada por paramilitares de ultraderecha, que asesinaron incluso a los candidatos presidenciales Jaime Pardo Leal y Bernardo Jaramillo Ossa. Los muertos se contaron por miles.

En caso de acuerdo en ese punto, las partes avanzarán a un terreno no menos fangoso: El narcotráfico. Ya no es secreto para nadie que el tráfico de drogas es una de las fuentes principales de financiación de las millonarias FARC. Para analistas, los guerrilleros se han convertido en la práctica en un virtual cártel, por lo que un acuerdo podría significar el sacrificio de esa actividad.

Y, por si fuera poco, si también se avanza en esa materia habrá que pasar al tema del resarcimiento para las víctimas del conflicto, lo que implicará saber a qué penas se someterán los que, de parte y parte, violaron derechos humanos. Ponerle fin a 50 años de destrucción, de odios, sangre y muerte, no será sencillo. Por lo pronto, los negociadores han logrado acuerdos en cuando a desarrollo agrario integral, que no es un tema menor dada la característica rural del grupo guerrillero.

Amplios sectores ciudadanos temen que las FARC, lideradas ahora por Rodrigo Londoño (“Timochenko”), estén aprovechando el diálogo para reafirmarse militarmente, tal como lo hicieron durante el gobierno de Andrés Pastrana (1998-2002), cuando usaron la zona de exclusión que se les entregó para convertirla virtualmente en un templo de la impunidad.

A eso le apuesta Uribe, el popular ex presidente que por Constitución ya no podrá aspirar más a la jefatura del Estado. En una convención que según los analistas digitó a su antojo, Uribe logró que Zuluaga fuera proclamado como el candidato presidencial de su partido. El ex mandatario, comentan los entendidos, parece ver en el ex ministro de Economía a alguien que no solo es irreductiblemente fiel, sino a alguien al que puede manejar a su antojo. Pero Zuluaga ya ha mostrado el punto débil que se presentía: carece de arraigo popular. Además, una foto en que se le ve con la reconocida paramilitar Maribel Galvis resucitó los siempre presentes temores sobre la relación del uribismo con fuerzas ajenas a la legalidad.

Zuluaga, que las ve así difíciles a pesar del desgaste de Santos, ya anticipó que el 7 de agosto de 2014, cuando según sus cálculos asuma la presidencia, lo primero que hará será suspender cualquier diálogo y retomar la política de solución militar, la única que en concepto de los uribistas puede acabar con el conflicto. En ese marco, a la derecha radical no le conviene que los diálogos avancen por buen camino.

Las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia), aquel grupo que naciera en la década de 1960 como una reacción campesina a la violencia desatada desde el Estado, pero que con el correr de los lustros se alejó de la imagen idílica de los rebeldes que se alzan contra las injusticias, tendrán así un papel protagónico en los comicios del 25 de mayo.

En la foto de la polémica, Villa, la subversiva de bajo perfil sobre la que se conoce poco, luce un traje de baño apto para cine mudo. “Las FARC son tan anacrónicas y anticuadas como el vestido de baño de sus guerrilleras”, ironizó el comentarista Daniel Samper Ospina. En La Habana hay mucho en juego para Colombia, mucho más que un idílico paseo en yate.