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¿Qué nacionalismo necesitamos?

Publicado: 2014-01-28

En su columna de hoy, el historiador Nelson Manrique lleva a cabo una lectura inicial del fallo de La Haya, finalmente dado a conocer, y su impacto en nuestra sociedad. 

Manrique sostiene que es este el momento para superar una tara que nos ha afectado por demasiado tiempo: el nacionalismo "negativo". Y es que si bien puede ser útil para propiciar la unidad de los peruanos, el problema es que lo hace a partir de la total descalificación del otro, del distinto, del extranjero. En este caso, Chile. 

Una vez resuelto el diferendo con nuestro vecino sureño, el nacionalismo "positivo" tiene que impulsar nuestro destino, para superar conflictos internos, como la discriminación, aunque se trate de una ardua labor.

Lea aquí la columna de Nelson Manrique en La República.


La sentencia emitida por la Corte Internacional de La Haya, en la mejor tradición de la conclusión de las negociaciones inteligentes, no dejará contento a nadie, pero tampoco provocará suficiente malestar como para que alguien vaya a desconocer el fallo. Aunque aún está pendiente el estudio en profundidad de sus implicaciones –escribo a minutos del final de su lectura– se pueden adelantar algunas ideas.

La sentencia da la razón a Chile cuando define como punto de partida de la delimitación de la frontera marítima la prolongación del paralelo geográfico que atraviesa el Hito Nº 1. Le otorga asimismo la soberanía sobre el mar siguiendo esta línea hasta la altura de las 80 millas náuticas, lo que confirma a favor de Arica el control del mar adyacente. Por otra parte, da al Perú la soberanía sobre el mar comprendido por la línea de equidistancia que parte de esas 80 millas. Esto representa la restitución a la soberanía del Perú de un triángulo marino de algo así como 50 mil km2 que hasta aquí estaba bajo el control de Chile.

En una primera impresión, a partir de lo que muestran los informes televisivos sobre cómo ha sido recibido el fallo en distintas partes del Perú, prima un espíritu positivo: alegría porque se cree que esta decisión debe representar el fin de las controversias históricas con Chile y el inicio de una fase de entendimiento y cooperación constructiva. Voluntad de acatar el fallo en todas sus partes. Está por ver cuál es el espíritu prevaleciente en Chile.

Para el Perú la sentencia, cuyo carácter vinculante y de ejecución obligatoria ha sido aceptado por ambos gobiernos, representa una oportunidad privilegiada para empezar a cerrar una página que ha pesado fuertemente en nuestra historia. Por más de 130 años Chile ha jugado el papel del enemigo exterior que permitía nuestra unidad como peruanos. Ese es el nacionalismo negativo, aquel que, allí donde hay demasiada desigualdad social y una gran heterogeneidad interna, se basa en la existencia de un agente externo para crear el sentimiento de ser peruanos, una fase más o menos inevitable en la constitución de una conciencia nacional.

Es hora de superar esa fase y construir un nacionalismo positivo, buscando fortalecer aquello que tenemos en común, lo que nos constituye en una comunidad nacional, esos elementos compartidos que nos hacen sentirnos peruanos. Para ilustrarlo con un hecho de la coyuntura, el nacionalismo positivo no se detiene en la reivindicación de nuestros derechos marítimos en relación con los de otra nación, sino debe reivindicar el derecho de todos los peruanos a tener acceso a aquellas playas que unos pocos se sienten con derecho a cercar y declarar su propiedad privada, excluyendo a otros peruanos de su disfrute, violando preceptos constitucionales vigentes. ¿Complicado? Por eso resulta tan fácil, cómodo y conveniente, el nacionalismo negativo. Porque evita mirar hacia adentro, y permite mantener vigentes desigualdades e injusticias clamorosas, convocando a la unidad ante la “amenaza exterior” para lograr que nada cambie.

El nacionalismo negativo, aquel que necesita la existencia de un enemigo común que nos constituya en una comunidad nacional, construye gruesos estereotipos a través de los cuales mira la realidad: un “otro” que en buena cuenta es nuestra propia imagen reflejada en el espejo, pero invertida. Para ese nacionalismo los defectos del otro constituyen el exacto reflejo –en negativo– de nuestras acrisoladas virtudes. Nosotros somos leales en la misma medida en que el otro es desleal. Somos sinceros como el otro es hipócrita. Nuestro coraje es el contrapeso de su cobardía. Nosotros honramos nuestra palabra en la misma medida en que el otro la traiciona. Somos francos y confiables así como el otro es sinuoso y esconde dobleces. Supone la incapacidad de reconocer que hay francos e hipócritas, valientes y cobardes, confiables y no confiables a ambos lados de la frontera. Que las virtudes y defectos atraviesan todas las fronteras sociales y nacionales y no se detienen en las líneas de demarcación territorial.

La construcción del nacionalismo positivo no es algo que surja espontáneamente. Supone un arduo trabajo. Es la construcción de un país donde haya iguales oportunidades para todos, donde todos puedan realizar sus sueños. Solo nosotros podemos hacerlo. Tenemos una buena oportunidad para poner manos a la obra.


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