Una multitudinaria procesión portando palmas y ramos de olivo conmemoró este domingo la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén, contagiando un ambiente festivo con el que arranca la Semana Santa en esa ciudad de Israel.
Entre cánticos y emotivos rezos, la marcha comenzó a primera hora de la tarde en la iglesia franciscana de Betfagé, situada en el Monte de los Olivos, desde donde descendió acompasada por hosannas y la percusión de tambores y panderetas, hasta la iglesia de Santa Ana, en la Vía Dolorosa de la ciudadela amurallada.
Acompañados por un cielo despejado y un sol primaveral, pese a una inusual tormenta registrada a primera hora del día en Jerusalén, los fieles recorrieron junto a los monjes franciscanos de la Custodia en Tierra Santa los distintos pasajes narrados en el Evangelio hasta llegar a la antigua Jerusalén.
A diferencia de celebraciones del Domingo de Ramos tan arraigadas en países de Latinoamérica o España, donde es frecuente observar una profusión de filigranas y artificiosas procesiones, en Tierra Santa la magia suele consistir en la unicidad de recorrer los mismos pasos que siguió Jesús de Nazaret, a veces con simples ramos, cruces de madera, cánticos o banderas.
Poco a poco y tras un lento desfile por los recovecos de una estrecha y pedregosa calle aledaña al Huerto de Getsemaní —donde Jesús acudió a orar en su última noche en libertad— y a la Tumba de la Virgen, la multitud alcanza una de las entradas de la ciudad amurallada de Jerusalén al tiempo que los hosannas y campanas se funden con la llamada al rezo musulmán.
Las celebraciones de la Semana Santa en Jerusalén alcanzan su punto álgido el Viernes Santo, en el que una procesión recorre el Vía Crucis por la Vía Dolorosa rememorando la pasión de Cristo y sus últimas horas antes de ser crucificado en el Gólgota. (EFE)