Zorros fennec, suricatos (pequeños mamíferos de la familia de la mangosta que habitan en zonas del sur de África), junto con mapaches o zorros rojos, son algunos de los ejemplares que los clientes se encuentran en “Little Zoo Cafe”, ubicado en una tranquila zona universitaria de la ciudad.
“Existen diversas cafeterías con gatos y perros pero ninguna con animales como estos. Mi intención es darles a conocer y enseñar a la gente cómo se debe cuidar y respetar a estos mamíferos”, explica a Efe Wachiraporn Arampibulphol, propietaria del local.
Dos niñas miran curiosas cómo un pequeño zorro fennec juega con una bola de mimbre que le acaban de lanzar, mientras los padres observan divertidos la escena tomando unos cafés con un postre de chocolate en una mesa al otro lado de una mampara de cristal.
Cien clientes al día
El local, que abrió apenas hace un mes, se ha convertido en todo un acontecimiento no sólo para los vecinos de Nonthaburi, sino que muchos tailandeses se trasladan a la localidad para poder pasar un rato con esos singulares animales.
“Desde que abrí el café, recibimos una media de cien personas al día y no damos abasto con las peticiones que nos llegan a las cuentas de redes sociales. No esperábamos tal acogida”, comenta la propietaria entusiasmada.
La empresaria es también la dueña de todos los inusuales animales que hay en las estancias y afirma que lleva adquiriendo estos mamíferos desde hace más de siete años y que actualmente cuenta con unos sesenta, entre su vivienda y el local.
“Todos vivían conmigo en casa, hasta que decidí abrir este establecimiento. Antes de mostrarles al público han de pasar un periodo de adaptación que varía entre seis y diez meses. Son mi familia, no les expondría a ningún peligro”, aclara Wachiraporn mientras sostiene entre sus brazos a una marmota a la que llama cariñosamente “Fatty”.
Restricciones
Pero el café tiene sus restricciones: antes de entrar hay que lavarse las manos y descalzarse, además de estar siempre bajo la vigilancia de uno de los seis trabajadores del centro, que informan a los clientes de las directrices para no alterar a los mamíferos.
“No podemos cogerles en brazos y sólo les tocamos cuando ellos se acercan a nosotros y con mucho cuidado, sin molestarles”, cuenta Ploy, una clienta de la zona.
En la segunda planta, más espaciosa que la principal, hay varias mesas bajas donde la gente se sienta en el suelo a tomar su consumición mientras un sigiloso y rápido zorro rojo se pasea con soltura entre ellos.
En la misma sala, separada por una cristalera, hay una estancia con unos columpios y un tobogán donde dos mapaches de gran tamaño se mueven a sus anchas ante la espectación de tres tailandeses que les sonríen.
“Los mapaches suelen ser pacíficos, pero se cansan con facilidad, por lo que los tenemos en un espacio aislado y sólo permitimos a unos pocos entrar a estar con ellos”, explica la empresaria.
Aunque estas “mascotas” fueron importadas de forma legal, Wachiraporn no quiere dar lugar a dudas y tiene colocado en la pared un certificado que así lo sostiene.
En un rincón acondicionado descansa un zorro fennec, más pequeño que su hermano el rojo, de pelaje blanco y orejas largas y puntiagudas, sin que parezca molestarle los agudos sonidos que lanza el suricato, compañero suyo de habitación.
“Cockie”, señala la coordinadora del café refiriéndose al adormilado animal, “está a punto de dar a luz, por lo que descansa la mayor parte del día”.
El zorro rojo sube y baja las escaleras continuamente y obedece a la dueña cuando le ordena sentarse o que levante la pata ante la atenta mirada de los asistentes.
“Repetiremos la experiencia sin duda. Nos encantan los animales y ha resultado increíble”, comenta Mike, un chico de Bangkok que, junto a dos amigas, se disponen a abandonar el local.
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