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El complicado lenguaje bélico

¿Por qué los países que integran las Naciones Unidas no ven con claridad la autoría de la masacre de Damasco?

Publicado: 2013-08-30

Desde la intervención de Iraq en el 2003, donde Estados Unidos y la coalición occidental fundamentaron su ataque al país por la supuesta posesión de Sadam Hussein de armas de destrucción masiva -lo que más tarde vino a desmentir el Center For Public Integrity-, la credibilidad de las pruebas que Naciones Unidas recoge en los lugares conflictivos ha quedado al albur de los intereses nacionales. La inminente intervención a Siria así parece constatarlo. 

China pide investigaciones fiables. Rusia insiste en que no hay pruebas. Y EEUU, sin esperar el resultado total de los inspectores, ya ha tiene una opinión formada. ¿Acaso no funcionan bien los procedimientos de la ONU? ¿Utilizan las potencias las pruebas a su antojo y conveniencia? ¿Introducen los países pruebas falsas? ¿Para qué sirve la ONU?  

¿Para qué valen las pruebas de la ONU? Algo que cabe preguntarse ante la incapacidad que la comunidad internacional tiene para alcázar un consenso.

El miércoles, el régimen sirio daba por hecho que en su territorio se habían utilizado armas químicas sobre la población. Pero los autores de la masacre de la periferia de Damasco no eran otros que "los rebeldes".


El trío de las Azores

Hay que remontarse a la década de los noventa cuando la ONU localiza y destruye grandes cantidades de armas de destrucción masiva en suelo iraquí. En 1998, Washington se retira del país, y, años más tarde EEUU y Reino Unido aseguran que Sadam Hussein no solo tiene este tipo de armas sino que además procura encontrar más de forma clandestina. Seguido a este dictamen bilateral, Naciones Unidas hace una inspección que no logra esclarecer con nitidez las evidencias de los estadounidenses y la coalición que se embarca en esta guerra -donde España ofrece su apoyo logístico, que no militar-, y cuyo objetivo es invadir Irak y derrocar el régimen de Hussein.

La imagen prebélica que tantas críticas cosechó en la prensa se estampa en la Cumbre de las Azores. Allí se mostraron documentos que probaban la existencia de este tipo de armamento. Durao Barroso, presente en la cita, reconoció después que les engañaron.

¿Eran creíbles las pruebas que dieron por ciertas Estados Unidos, Reino Unido y España, con George Bush, hijo; Tony Blair y, José María Aznar como representantes políticos? ¿Por qué no se escuchó a la ONU? ¿Y ahora en el caso sirio? ¿Por qué los países que integran las Naciones Unidas no ven con claridad la autoría de la masacre de Damasco?

Lo cierto es que después de la invasión de Irak, el Center For Public Integrity corroboró que el gobierno de Bush hizo un total de 935 declaraciones falsas entre 2001 y 2003, de la supuesta amenaza de Hussein a Estados Unidos. Los inspectores de la ONU creen que el programa de armas químicas de Iraq se frenó en 1991.


El complicado lenguaje bélico

El lenguaje bélico de las partes, tan dado a la ambigüedad, a la mentira, o las falsas verdades, todas ellas trufadas de consignas, ha alimentado especulaciones que ponen en duda la veracidad de las fotos de los niños muertos en la morgue tras el gaseado del 21 de agosto, e incluso que hayan sido los americanos los que han introducido las armas químicas en Siria, bien a través del Líbano, de Arabia Saudí o de Qatar, y que también están sufragando las actuaciones de los rebeldes y de yihadistas. Una hipótesis muy aplaudida entre una parte de la población siria y entre los aliados de Al Assad.

El antecedente iraquí no es el único que puebla el imaginario colectivo. Hay que retroceder quince años para situarnos en Kosovo. Los polémicos bombardeos de la OTAN perviven en la polémica.

Milosevic, en la recta final de la desmembración de Yugoslavia, fue acusado de cometer atrocidades contra la población civil de Kosovo dejándose ayudar por UÇK, considerado por un grupo terrorista independentista.

El conflicto armado dejó miles de muertos. Cientos de miles de personas desplazadas y sobre todo, un sabor agridulce. Por aquel entonces, tal y como ahora, Rusia ejerció su derecho al veto para impedir una resolución global de la ONU con el fin de intervenir internacionalmente y presionar al Gobierno serbio, a la quien la comunidad internacional señalaba por el exterminio étnico de albaneses en Kosovo. La OTAN defendió entonces su labor. El presidente del organismo de la época, el español Javier Solana, dijo aquello de: "No podemos quedarnos de brazos cruzados ante las violaciones de los derechos humanos que son moralmente insostenibles".

Ahora, ataque o no Estados Unidos Siria, tenga el apoyo o no de la ONU, del Reino Unido, de la comunidad internacional, de Occidente, Obama ya tiene una condena clara: La del pueblo americano que no secunda su actuación. El 60% de los estadounidenses dicen no a esta guerra.

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