El mártir salvadoreño monseñor Óscar Arnulfo Romero fue beatificado hoy en la capital de El Salvador ante unos 30,000 mil devotos y presidentes de varios países reunidos en la plaza Salvador del Mundo.
La beatificación se concretó cuando la reliquia de Romero, consistente en la camisa ensangrentada que vestía el día de su asesinato, flores y una palma que significa "la victoria de los mártires", fue incensada por el cardenal Angelo Amato, el enviado especial del Papa Francisco.
Así, la voz de los oprimidos en el país centroamericano, asesinado hace 35 años, fue reconocido pese a las presiones de la ultraderecha. Su canonización fue prohibida por el Vaticano durante años.
Recién en febrero pasado, tras la decisión de Francisco, el primer papa latinoamericano, de declarar a Romero "mártir", de haber sido asesinado "en odio a la fe", se abrió la puerta a que fuera beatificado sin que se pruebe que haya realizado un milagro. Fue finalmente redimido.
Pero para los salvadoreños, Romero ya era un santo. Su omnipresencia en las calles de San Salvador así lo comprueban, pese a que su asesinato sigue impune.
Los responsables están amparados en una ley de amnistía, en un país con una de las tasas de homicidios más altas de mundo, consumido por los enfrentamientos entre pandillas, donde unas 70,000 personas murieron en los 12 años de guerra civil, que comenzó poco después del asesinato de Romero y culminó en 1992. Es la cantidad de muertos en crímenes violentos que ha sufrido El Salvador desde entonces.
Las imágenes de la fiesta salvadoreña
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